Como repasando cada acorde de una melodía infinita y con la delicadeza que resbala una gota de lluvia por una flor. Así de lentas y sutiles son mis recuperaciones.
Se me queda una estela de sensaciones oscuras. Fatiga, debilidad, torpeza, incomodidad, aturdimiento…. Y se demora ese halo invisible, se retrasa, se mantiene pegado a mí.
Me olvido y pretendo coger el ritmo de cero a cien. Como un cohete. Y no es así. Ya no es así. Ahora mi vida requiere otro ritmo, que aún no tengo integrado. Que aún no es mío. Ni yo soy de él.
Ritmo nuevo o nuevo ritmo.
Y aparece una dificultad desconocida, al tratar de resolver varias cuestiones a la vez. Es como si mi mente no pudiera procesarlo y entra en colapso. Me agobio, me saturo y se pone de manifiesto que: ASÍ NO PUEDO.
Ya no puedo hacerlo así.
Tengo que olvidar cómo gestionaba antes las cosas y aprender nuevamente.
A mi ritmo; lento, despacio.
De a poquito.
Quiero abarcar todo lo que mis brazos alcancen. No importa el peso.
Pero sí importa.
Y quiero correr. Da igual si mis piernas lo soportan.
Más no da igual.
Quiero bailar durante toda la noche. Sin tacones, tampoco pido tanto.
Sí pido, sí.
Y ser rápida y ágil.
Vísteme despacio que tengo prisa, decía Napoleón.
Cocinar con varios calderos al fuego. Sin que se queme la comida.
Al final se quema.
Y quiero responder a las preguntas que me hagas, aunque haya ruido de fondo.
Aunque a veces no sé ni qué decir. Me aturdo.
Poder hablar por teléfono y caminar al mismo tiempo. Sin tropezarme u olvidar el contenido de la conversación.
Menos mal que existen los audios.
Sé que no puedo ser oruga y mariposa a la vez. Pero, muchas veces lo pretendo.
Pero no, ahora no. Ahora toca un nuevo ritmo; lento, despacio.
De a poquito.
Y disfrutar de ser oruga, aunque cueste.
Porque cuesta. Cuesta mucho.
El otro día escuché una frase de Woody Allen que me gustó:
“Me llevó 10 años tener éxito de la noche a la mañana”
Y a mi ritmo. De a poquito. El éxito llegará.