Ojos que no ven, corazón en un puño

 

Sentada en la consulta, con mi padre a la derecha y a la izquierda mi sonrisa. Escuchamos con detalle la cantidad de dificultades visuales que tengo. Y a la vez que va explicando la implicación que tienen en los procesos de atención, concentración, percepción, memoria, retención de la información, etc, va dejando constancia de las edades equivalentes que, a fecha de hoy, presento en algunas de las capacidades que se han mermado en mi sistema visual y perceptivo.

-” María presenta una edad equivalente de 9 años en los subtest de estímulo auditivo y respuesta tanto oral como escrita”.

-”La edad equivalente de María, en la memoria secuencial es entre 4 y 10 años”.

-”Su discriminación visual está en torno a los 12 años”.

-”María presenta confusión y se marea y tambalea cuando…..”.

-”Tiene dificultades en la visión binocular a distancia y peor cuando está de pie”.

-”Presenta un exceso de acomodación e insuficiencia de divergencia”.

Y más, y más y más.

En el informe no lo pone, pero esto lo digo yo:

-María mantenía la sonrisa, mientras tragaba saliva y escuchaba todas las secuelas que sus pequeñas cicatrices le han ido dejando.

Es cierto, no se ve, pero me cuesta concentrarme, me cuesta recordar con orden y coherencia ciertos capítulos, me cuesta mantener una conversación con varias voces, me cuesta comprender a la primera lo que leo.

Sin embargo, recuerdo a la perfección muchos de los informes que he hecho a lo largo de mis años como orientadora. Informes en los que he explicado todas estas dificultades que también, por diferentes motivos, han presentado los alumnos y alumnas. Y recuerdo ver la cara de tristeza y dolor de los padres al enseñarles, en algunos casos, las edades equivalentes de sus hijos.

Y allí estaba yo ayer, escuchando mis edades equivalentes en algunos de los subtest de las pruebas. ¿Cómo sería mi cara?

Ojos que no ven, corazón en un puño.

No me desgarra saber el número concreto, ya yo llevo tiempo sabiendo que he perdido capacidades, lo he notado. Es evidente.

Pero me duele que me duelan los ojos. Me duele no ser tan ágil como antes. Me duele perder el equilibrio o sentir confusión. Me duele estar aturdida. Me duele el embotamiento mental. Me duele que me hablen y sentir que no estoy reteniendo la información…..

Y por otro lado, me calma saber que con la terapia visual y probablemente auditiva, estos síntomas y dificultades van a ir remitiendo.

Y me calma saber que tengo voluntad y capacidad de lucha.

Y me calma saber que si ahora necesito leer la misma página tres veces, o descifrar palabra por palabra, lo hago. Ya lo estoy haciendo.

Y me calma saber que no me quedo de brazos cruzados.

Ojos que no ven, corazón en un puño.

Pero con el corazón acongojado y en un puño, también tengo la certeza que voy a salir de esta.

Y como siempre ponía en mis informes, las orientaciones, pautas de trabajo, metodología, sugerencias, con la seguridad que el alumnado iba a progresar, la misma fe pongo en mi evolución con empeño, esfuerzo y trabajo.

¡Voy a salir de ésta!

 

imagen de Rick Beerhorst